martes, 27 de abril de 2010

Es imposible vivir la vida, sin una filosofía




Ilustración: Gottfried Helnwen (1977)


Cuando un niño tiene la experiencia de la pérdida física de una persona que ama, le suele preguntar a sus padres dónde está esa persona que ahora ya no existe.

Sin duda es una de las preguntas más difíciles que puede hacer un niño, ya que puede haber tantas respuestas como personas hay en este mundo. Porque es cierto que cada ser humano tiene su propia filosofía de la vida porque sólo cree lo que desea.

Un niño necesita saber lo que verdaderamente su padre piensa sobre qué es la vida para él y lo que imagina o cree que significa la muerte.

Si su verdad es que no lo sabe y no desea imaginar nada, puede hacerlo, porque los niños aman la verdad y porque no necesariamente pensarán igual.

Un niño tiene en si mismo la verdad y buscará quedarse con la versión que más se le parezca.

Otros preferirán no escuchar su voz interior y se quedarán con las verdades de la tradición, que es lo mismo, aunque siempre es mejor creer por convicción que por tradición.

Se han hecho encuestas a los feligreses, en la puerta de las iglesias al terminar los oficios religiosos, preguntándoles si creían en el cielo como el siguiente destino del alma.

El resultado de las encuestas demostró que la mayoría no creía en la existencia de un lugar como el cielo, donde supuestamente se encuentran las almas de los fallecidos, sino en cosas diferentes.

Esto comprueba que cada persona tiene su propia filosofía de la vida a partir de elementos que selecciona de la realidad que da lugar a una única e individual forma de pensar.

Todo hombre tiene la intuición de haber existido siempre, hasta el punto de no poder concebir el fin de la vida física como algo permanente; y aunque no crean en Dios, se aferran a un código ético con igual fervor, reconociendo el orden natural como la única fórmula para la supervivencia.

Una filosofía de la vida es una filosofía de la muerte, porque es la muerte lo que le da sentido a la vida.

La esperanza es lo último que se pierde en esta vida, porque no se puede vivir sin esperar algo mejor, y según las expectativas es lo que en la vida se logra.

El fenómeno de la vida es aún una incógnita. ¿Qué es lo que hace que los elementos en la naturaleza tiendan a unirse para formar otros perfectamente organizados? Porque ese es el fenómeno de la vida desde el nivel de los organismos más simples hasta el más complejo.

El concepto científico actual propone que todo el Universo está vivo y que no existe nada sin vida. Una piedra está viva porque está formada por los mismos átomos que toda la materia y a nivel atómico está en movimiento; y la vida es movimiento.

Desde este punto de vista es imposible estar muerto, por lo tanto es posible que de alguna manera el fenómeno de la vida sea eterno.

Mientras tanto, en el aquí y ahora, tenemos una vida humana, la más alta expresión de complejidad viviente. Unos privilegiados en la escala natural, que además poseen el don del libre albedrío.

Sin embargo, pocos están conformes consigo mismos ni con la realidad que viven.

Si esta realidad de la vida es sólo un proceso natural, una inteligencia plasmada en cada cosa para organizarse de la mejor manera posible y que evoluciona siempre hacia un estado de plenitud superior, como ocurre en la naturaleza, este hecho de por sí es algo maravilloso que seguramente, por simple lógica nos deparará siempre algo mejor.

También puede ser que la vida sea sólo un pensamiento y que la realidad no exista. De esa manera se puede explicar cómo se pueden cambiar las cosas con sólo cambiar nuestra forma de pensar.

De cualquier manera, si existe o no existe la realidad no importa, porque lo que importa somos nosotros mismos, nuestras vivencias, nuestros sentimientos, y nuestra esperanza de crear un mundo mejor y la oportunidad que tenemos de poder hacerlo sólo con nuestra intención.


Fuente: http://filosofia.laguia2000.com/filosofia-contemporanea/filosofia-de-vida

viernes, 30 de octubre de 2009

Actividad Discusión Socializada martes 03 de noviembre del 2009


Para el encuentro del próximo martes 03 de noviembre del 2009, tendremos una discusión socializada en la cual partiremos, como base, de dos pequeños textos que se anexan a continuación:



Wagner, ética y estética
Por Luis Ripoll




La estética es la manifestación externa de un sentimiento, la ética el fundamento razonado y racional de los sentimientos. La ética se manifiesta a través de la estética.

La estética es o puede ser cambiante, sus valores y apreciaciones son subjetivas y varían según la percepción del momento y contexto histórico del individuo, la ética permanece como un valor de la Humanidad.

El secreto de la estética, si existe, sea tal vez la facultad de transmitirnos algo, de forma imperecedera, que en su estructura o forma, se sigue percibiendo como armónico a pesar que los gustos cognoscitivos hayan cambiado. Por ejemplo, la Venus de Milo o las redondeces de Ruben están lejos del ideal de belleza femenina que tenemos actualmente, sin embargo las seguimos apreciando como bellas.
Continuando con la terminología de “ética y estética” planteada, surge la pregunta al respecto de la ética, entendida como al principio se ha propuesto. Las manifestaciones artísticas que transmiten solo una forma serían solamente estéticas. A través de la ética es evidente que el artista quiere, usando la estética, dar forma a un sentimiento, o lo que es sentir y transmitir la belleza a través de una imagen u otro tipo de manifestación de la misma.

Es innegable que la manifestación estética es una consecuencia de la necesidad de expresar y transmitir un sentimiento, un pensamiento, o ambas cosas. Sin embargo la escala de valores propia del arte, tal como yo lo entiendo, es poniendo la estética al servicio de la ética, o sea del sentimiento o como dije, del fundamento razonado de los sentimientos; puede que la estética sea válida por si misma, algo es bello y posiblemente con ello ya basta, sin embargo si ese “algo bello” se sustenta en una idea, pensamiento, sentimiento, o filosofía, la fuerza que adquiere es incomparable.
En lo que más directamente me concierne y que es el propósito de este escrito en relación con la obra musical, y no solo con la música; no todos los grandes compositores de la historia han mantenido esa subordinación y coherencia, por lo menos de un modo permanente, Wagner es posiblemente el que mejor nos ha hecho comprender que debía ser así. Aunque aquí sería injusto no citar por lo menos a Mozart (ciñéndonos solamente al mundo de la lírica operística), Wagner nos hace llegar su “drama” a partir de un concepto “trágico”, Mozart lo hace de una forma sublime en lo ético y en lo estético, de la que también me atrevería a decir, insuperada.

La grandeza de la obra de Richard Wagner la adquiere fundamentalmente por la subordinación total de su estética al servicio de la ética y valores que desde la tragedia griega ningún autor había trasladado a la escena con tanta universalidad y fuerza. Bajo la apariencia, que yo diría más bien del uso, de personajes mitológicos, hace uso inteligente de la misma para expresar esas contradicciones de la naturaleza del ser humano, el debate entre la razón, el sentimiento, las ambiciones, las situaciones establecidas, el poder, la debilidad, la bajeza, la heroicidad entendida bajo un concepto no convencional, Wagner no concibió al héroe «Siegfried» como un ser “consciente” de su heroísmo, sino como un ser inocente que no conoce lo que es el miedo que se enfrenta y vence cuantos obstáculos se le cruzan en su camino, que para él simbolizan el mal. La única y auténtica violencia que aparece en la obra wagneriana esta encarnada por personajes de gran bajeza moral; Hagen asesina a Siegfried, pero en general la violencia de los personajes es más sicológica que física, para Wagner la maldad es la clase de violencia que realmente hace daño. No hace falta llegar a la Tetralogía ni a Klingsor para ello, en obras de su época romántica vs. Lohengrin, tenemos ya ejemplos claros en Ortrud y Telramund.
Existe una segunda forma en la que Wagner nos transmite la violencia, sicológicamente o conceptualmente entendida, como por ejemplo la agresión a la naturaleza, uno de los pilares en que se basa su obra más ambiciosa, la Tetralogía.

Solo una lectura superficial o mal intencionada de la obra wagneriana puede llevar a las falsas interpretaciones que desgraciadamente para la cultura universal han sido difundidas y aún mal comprendidas por muchos.

Sin un hombre profundamente ético en su pensamiento no se habría dado el inmenso legado ni valor de la obra wagneriana. Contrariamente a ello y entre los críticos o los que quieren desmerecer o desacreditar la figura de Wagner como persona, encontramos las frecuentes críticas que se le hacen por su comportamiento en su vida amorosa y otras cosas que parecen “caldo de cultivo” para una cierta pléyade de detractores. El lector de estas líneas no necesita otros detalles, pero debemos recordar que Wagner mantuvo siempre firme su ética, nunca abandonó el sustento económico a su primera esposa Mina, y mantuvo firme su estatus matrimonial con Cosima, a pesar que su corazón o pasiones pudieran desviar sus sentimientos o actuaciones (a menudo inciertas) en ciertos momentos, con las debilidades propias de cualquier ser humano, y que a diferencia de otros jamás fue un hipócrita, la autenticidad en lo humano y en lo artístico es una de las más grandes virtudes que pueden destacarse en Wagner. ¿Acaso cuando nos transmite el amor entre Tristan e Isolde no lo hace de una forma sublime y sincera de la que me atrevería decir que solo un hombre que viva profundamente ese sentimiento es capaz de transmitir así?, ¿no hay tal vez mucho de sí mismo en las contradicciones que vive Wotan?, y finalmente su mensaje en Parsifal ¿no es sino su propia convicción en que la redención de la persona, del hombre, solo puede ser a través de la manifestación del amor entendido como un acto de tal universal?.

El contenido de su obra manifestado a través de una estética impecable no alcanzaría el mismo valor si no tuviera ese fundamento ético. La estética Wagneriana no solo se manifiesta en su música, ni en la construcción de la misma como una inmensa estructura alambicada y perfectamente enlazada, si no en la poesía de sus textos, en las frases que nos transmite a través de sus personajes que a menudo reflejan un completo tratado del pensamiento y de la sicología, fundamentadas en la mejor filosofía, no solo de su siglo.

Aunque sea a modo de revisión fugaz examinemos de que elementos se sirve Wagner, que instrumentos utiliza al servicio de la ética, sus herramientas “estéticas”. En primer lugar el drama y la poesía convertida en libreto, sobre la que edifica sus acentos musicales en íntima armonía con los acentos del texto, su música – mejor dicho – su desarrollo musical que está al servicio de una idea, de una ética, y no a la inversa, nada hay incoherente en la expresión dramático-musical wagneriana, sin concesiones libradas solo al servicio de la estética. La filosofía y sicología de sus personajes, la orquestación y la voz (veáse el artículo de Arturo Reverter “La voz en Wagner”) en el “drama wagneriano” concebido bajo unos parámetros totalmente innovadores, no tiene lugar esa secuencia de cabaletta, aria etc... tradicionales, su arte musical proviene de fundamentos basados en lo sinfónico dónde la voz es un instrumento más, a menudo contrapuntístico, cuya uso se asimila mejor a la derivación del «Singspiel». La elaboración de un complejo entretejido de «leitmotiven», motivos conductores a través de los cuales el buen escuchador apreciará que en ese momento no se conforma en transmitirnos lo que se está diciendo, sino que nos está recordando, induciendo subliminalmente a la compleja sicología de personajes y situaciones donde lo que se dice y lo que el subconsciente guarda pueden ser distintos y contradictorios. Finalmente los objetos que utiliza, desde la lanza de Wotan hasta el Grial en Parsifal, elementos que adquieren la fuerza y casi el protagonismo de un personaje más en su drama. Todo ese conjunto, ese entramado, esa obra de ingeniería artística hacen que su estética sea tan poderosa, se apoya sobre unos sólidos fundamentos éticos que como rocas sustentan y actúan cuál elemento amplificador.

Wagner autor, desconocido por muchos, ha escrito libros y ensayos (también innecesarios citar para el lector de estas líneas) los cuales reflejan su voluntad de llegar más allá, no se ha conformado en crear una obra que por si sola ya alcanza la plenitud de sus objetivos artísticos, nos ha legado mediante sus escritos lo que él entendía y acuñó en su inmortal «Gesamtkunstwerk» u obra de arte total, en la que la estética al servicio de la ética ha quedado como imperecedera, y para muchos como insuperable.


Complejidad ética y estética

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Por: Francisco E. González Acosta. MD.MSc.*

* Bioética. Farmacología. Toxicología. Unidad de toxicología Hospital Santa Clara - Bogotá. Docente Facultad de Medicina Universidad El Bosque - Universidad de La Sabana - Universidad El Rosario.



Al final descubrimos que la teoría del caos (complejidad) tiene mucho más que ver con la estética que con la ciencia. La teoría del caos no es arte, pero apunta en una dirección similar: la dirección que encontramos con las consoladoras imágenes de la naturaleza, la dirección hacia la que apunta nuestro esfuerzo para contactar con ese secreto ingrediente del universo al que llamamos espíritu.

Estética: (del griego aisthesis = perceptible por los sentidos). Con este término se designa la ciencia del arte y de lo bello. Los primeros en considerar el problema de la estética fueron Platón, Aristóteles y Plotino, en la antigüedad clásica; durante la Edad Media se preocuparon por este aspecto san Agustín y santo Tomás. La estética aristotélica está íntimamente ligada con la sicología y su fuente principal es la Poética, la cual estudia la tragedia y establece la diferencia entre historia y poesía, por cuanto la primera refiere lo que ha sucedido, y la segunda, lo que podría suceder.

La poesía es más importante y filosófica que la historia porque se refiere más a lo universal; la tragedia es la imitación de una acción grave, que provoca temor y compasión y opera una kátharsis o purificación de esas acepciones; a pesar de tratar de situaciones dolorosas, por su carácter artístico, la tragedia se convierte en un placer estético que descarga las emociones y alivia el alma, que queda purificada.

Durante la ilustración alemana, Baumgarten dio a la estética el carácter de ciencia de la belleza, que se cultiva autónoma y sistemáticamente por primera vez; Schiller la apoya con sus escritos y Winckelmann con la publicación de su Historia del arte de la antigüedad.

Kant limitó la experiencia estética a lo subjetivo en su Estética trascendental; distinguió entre lo bello, donde el sentimiento placentero es acompañado por la conciencia de limitación, y lo sublime, que provoca un placer mezclado de horror y admiración, porque lo acompaña la impresión de lo infinito o ilimitado.

Hegel consideró la estética como una manifestación sensible del absoluto. Para Schopenhauer, lo estético es la idea que libera el dolor cósmico y para Heidegger, el arte se realiza como puesta en obra de la verdad en cuanto presencia manifiesta del ser. Al tratar de hacer una definición general, podemos decir que estética es la ciencia de lo bello, concepto sobre el cual se ha construido la llamada estética filosófica, que se debe distinguir de la simple filosofía del arte. Lo bello entraña estructuras ontológicas y, también, incluye factores racionales. En lo bello se armonizan todos los aspectos del ente.

La estética filosófica aclara, desde el punto de vista del ser, la esencia de lo bello en general (naturaleza) y en particular (arte), problema que tiene un sentido ontológico-metafísico; desde el punto de vista de la naturaleza humana, es la manifestación de un problema antropológico-existencial, pues estudia la esencia de la vivencia estética en un doble sentido: el del creador y el del contemplador. De este análisis se desprenden los problemas del valor y de la valoración estéticos (1).

Tómese tiempo (fractal) para apreciar la belleza: cuando contemple un pájaro, una flor, una puesta de sol, una madre que amamanta a su hijo, una pareja de ancianos, un autobús escolar o cualquier instantánea que considere bella, ábrales el corazón. Permita que el amor circule desde usted hasta ellos y sienta como le es devuelto. Cuanto más practique el recibir amor del entorno más energía tendrá y su vida será más profunda y digna. Hay energía y amor en todas las cosas y seres de la naturaleza. La forma en que se recibe esta energía invisible es mediante la apreciación de la belleza y la maravilla de nuestro universo.

Con la práctica de lo anterior, usted será capaz de enviar al exterior el amor que recibe mediante el sencillo acto de apreciar la belleza (2).

Ser feliz en esta vida es un arte estrechamente vinculado con la capacidad de reconocer la belleza y la bondad de las cosas sencillas que a cada paso encontramos. La felicidad depende más de nuestra visión contextual, que de las circunstancias en que nos vemos situados. Podemos, pues, llegar a adquirir el hábito de ser felices. El contacto con la naturaleza, la admiración de su belleza, debe convertirse en una institución benéfica sobre todo cuando dedicamos los días de reposo a conocer la creación, fundirnos en ella y si lo creemos encontrarnos con el creador (3).

Los modelos de la naturaleza, corresponden a los modelos del caos. Fractal es el nombre dado por los científicos a los modelos del caos que vemos en el cielo, que sentimos en la tierra y que encontramos en las venas y nervios de nuestros cuerpos.

Los fractales hacen referencia a las huellas, las pistas, los marcos y las formas realizadas por la acción de los sistemas dinámicos, caóticos no lineales.

La ilustración clásica de un fractal es una línea costera, que se forma por acción caótica de olas y otras fuerzas geológicas. Estas acciones caóticas generan formas que se repiten a escalas cada vez más reducidas, pero los modelos creados son similares entre sí independientemente de la escala con la cual se observan. Es decir las fuerzas del caos generan autosemejanza a muchas escalas diferentes. Cada escala es única pero está dentro de otra escala y tiene con esta relaciones de retroalimentación creativa y autoconstructiva.

Se incluye así el término autosemejante, que muestra la idea de las diferencias individuales y de la singularidad incluídas en un gran contexto de similitud. Es la semejanza en la diferencia o la diferencia en la semejanza, si se tiene una visión global. Es decir, toda la tierra podría estar en un grano de polvo y al contrario.

A nivel mental cuando se descubre algo, o encontramos alguna novedad, siempre a la larga terminamos relacionando o reconociendo lo nuevo en algo ya conocido.

Así llegamos a relacionar la microescala de nuestra existencia con una única representación del mundo que nos ha creado, siendo una parte individual del mundo pero dentro del mundo y en constante relación y retroalimentación con él.

Encontramos nuestros propios rostros y cerebros en nuestros cuerpos, dentro de cada grupo como fractales únicos, siempre dentro de una relación creativa espacio-tiempo, individualidad-colectividad, privacidad-publicidad.

La belleza y el arte del mundo sólo pueden ser observados profunda e íntegramente si incluímos la fractalidad, el caos y la complejidad. Una visión que no incluya estas variables necesariamente será incompleta, sesgada y hasta peligrosa.

La dimensión fractal de un objeto es una medida aproximada de su complejidad,de lo intrincado de sus detalles, de su impredecibilidad, es decir, de sus grados de libertad y de su estética. Lo anterior debe incluir la naturaleza de todos los detalles y las relaciones con otros objetos.

La estética debe ser concebida desde el punto de vista fractal y se debe observar esa belleza que hace feliz al espíritu apreciando la naturaleza como un todo que fluye a través de nosotros, incluyéndonos como parte de ese todo supremo sin descartar nada, incluyendo aun a los depredadores materiales y a los psicológicos a pesar de ser estos últimos aún más lesivos a la creación.

El arte dado por las creaciones de la naturaleza supera incluso al arte de los fractales matemáticos, ya que éstos no emergen de procesos caóticos holísticos en los cuales las numerosas partes están simultáneamente interconectadas, porque el verdadero caos se opone a la simulación matemática producida por la repetición de algoritmos.

Los fractales naturales tienen individualidad, espontaneidad, profundidad y capacidad de misterio, y nosotros como parte de la naturaleza no podemos escapar a estas cualidades; entre más nos impregnemos de ellas obtendremos mayor integridad humana.

El verdadero arte es fractal y obtendrá la unión del espíritu y la razón, debe contener como la naturaleza nidos de autosemejanza llegando a ser así profunda y rica. El desafío a nuestra capacidad de descripción es lo que define la grandeza de una obra de arte.

Las concordancias y las discordancias conforman modelos que son siempre sorprendente y significativamente autosemejantes y autodiferentes unos de otros, reflejando así, el curioso misterio de nuestro ser en el mundo.

Las concordancias y discordancias simultáneas en una obra de arte, nos separan de nuestras abstracciones y reflexiones para hacer algoritmos, enseñándonos algo que brilla o titila más allá de ellas. Es la locura en la lucidez y la lucidez en la locura.

No en vano Apolo, el dios de la razón, era el protector de las artes, especialmente de la música y la poesía, siendo así también dios de la belleza. Debido a esto el arte escapó de los confines de la armoniosa razón de Apolo, encontrando en el Santuario de la Pitia en el oráculo de la serpiente de Delfos y Tracia, a Apolo figurando en compañía de Dionisio el apasionado e instintivo dios de la embriaguez.